VIERNES 1 DE JULIO DEL 2005 / EDICION No. 23857 / ACTUALIZADA 03:00 am
Reportaje especial
Droga
y frontera agrícola amenazan a la Costa
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En las comunidades indígenas y campesinas del Caribe nicaragüense la drogadicción está provocando robo de cosechas y violencia contra personas mayores; mientras, los inmigrantes mestizos de la frontera agrícola ya están amenazando los remanentes del bosque latifoliado del trópico húmedo que ha sido preservado por comunidades miskitas y mayangnas |
Douglas
Carcache
nacionales@laprensa.com.ni
Ver infográfico
El consumo de drogas en la Costa Caribe nicaragüense ha penetrado a las comunidades
indígenas, la mayoría miskitas, y a las poblaciones campesinas mestizas, y
está provocando la destrucción del capital humano en ese territorio autónomo,
indica el Informe de Desarrollo Humano 2005 que presenta hoy en Bluefields
el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD).
Se creía que la drogadicción era un problema sólo de la población negra (afrodescendiente)
o de los pobladores urbanos, pero el informe del PNUD precisa que en las aldeas
indígenas de la costa caribeña están consumiendo marihuana, producida en la
misma zona, y crack elaborado con cocaína que llega de Colombia.
El consumo de drogas ha afectado a jóvenes y adultos que pertenecen al segmento
de población en edad de trabajar, lo que repercutirá de forma negativa en
las actividades productivas de las regiones autónomas del Atlántico Norte
y Atlántico Sur, donde hay en total 626,848 pobladores, según las estadísticas
oficiales.
“Los expendios aparecen, en gran medida, a cargo de mujeres adultas, bajo
la lógica de asegurar la supervivencia económica familiar”, señala el informe.
ROBO Y VIOLENCIA
En las comunidades miskitas, la drogadicción ha provocado el robo de cosechas,
la violencia hacia las personas mayores, y los atentados contra el bien común,
la unidad y la paz, que son elementos que han mantenido unidos a los indígenas.
En los caseríos de campesinos mestizos también ha aumentado la violencia,
social e intrafamiliar, llegando hasta “la violencia atroz”.
El informe destaca que los comunitarios no perciben el interés de las autoridades
por atender esos problemas, aunque “por los daños irreversibles que genera,
el consumo de drogas debería ser clasificado como un factor destructor del
capital humano”.
El problema de la drogadicción en el Caribe nicaragüense comenzó en los años
noventa, cuando las comunidades miskitas costeras al norte de Puerto Cabezas
encontraban cocaína en la playa y en los Cayos Miskitos que, al parecer, los
traficantes la habían lanzado por la borda cuando eran perseguidos en alta
mar.
El estudio del PNUD cita el relato de un indígena anciano que acepta que su
comunidad “está implicada en el comercio de drogas” y “ahora necesita ayuda”.
Él cuenta que hace varios años “los sacos de cocaína colombiana llegaban accidentalmente,
flotando en las olas, (y) los lugareños lo llamaban regalo de Dios”. Pero
luego se percataron de que era “una trampa diabólica, mata hombres, jóvenes
indígenas miskitos...”
LA “INVASIÓN” MESTIZA
Por otro lado, el avance de la frontera agrícola y ganadera mestiza ha tenido
“un efecto devastador en la existencia y uso de los recursos naturales y amenaza
la viabilidad económica, social, multicultural y política de las regiones
autónomas”, advierte el Informe de Desarrollo Humano 2005, titulado ¿Nicaragua
asume su diversidad?
Un sacerdote católico de Bluefields dijo a los investigadores del PNUD que
“los personajes de frontera agrícola son los grandes terratenientes que tienen
grandes extensiones de tierra, éstos son mestizos; no mestizos costeños, sino
mestizos que vienen del lado de Chontales y del centro del país y son los
destructores de nuestros recursos naturales”.
El flujo migratorio más relevante en la Costa caribeña es el del “campesinado
mestizo en extrema pobreza” hacia tierras supuestamente “baldías”, “nacionales”
y “sin dueño” ubicadas en lo que se conoce como frontera agrícola y ganadera
que, según el informe, “ha llegado prácticamente a su fin”.
Esos territorios amenazados por la migración mestiza, han pertenecido a comunidades
indígenas mayangnas (sumu) y miskitas y allí se encuentra el remanente del
bosque latifoliado del trópico húmedo.
“En algunos municipios como La Cruz del Río Grande y El Tortuguero (en la
RAAS) esa migración, que constituye la frontera pionera, alcanzó su fin y
está en el litoral Caribe”, precisa el Informe de Desarrollo Humano.
El problema ahora es que la expansión de la frontera agrícola, con el arribo
de gente procedente del occidente y el norte del país, ha puesto al borde
de la extinción la flora, fauna, suelos, además de reducir la calidad de vida
de los nativos de la Costa.
¿AUTONOMÍA EN PELIGRO?
La migración ha elevado la población mestiza a medio millón de personas en
las regiones caribeñas, dejando a los pueblos indígenas y afrocaribeños como
grupos minoritarios. También “ha convertido a 9 de los 19 municipios en unidades
administrativas monoétnicas y, en su perfil demográfico, comparables a los
municipios colindantes de los departamentos vecinos”, dice el informe del
PNUD.
Esto ha sido motivo de alerta entre los costeños, porque el predominio mestizo
podría erosionar los principios del estatuto de Autonomía que pretende “garantizar
la representatividad y convivencia multiétnica, a través del ejercicio democrático
de derechos históricos de pueblos indígenas y comunidades étnicas en el marco
de la unidad nacional”, advierte el estudio.
Luego sugiere que esa tensión interna en la Costa sea enfrentada, de forma
“urgente, constructiva e integral” por las instituciones autonómicas, los
gobiernos regionales y el Gobierno Central.
“El problema no es el campesino de frontera —afirma el informe—. Es un complejo
proceso de expulsión de población mayoritariamente campesina en extrema pobreza,
originaria del centro y norte del país, hacia las regiones autónomas, debido
a la dramática reducción de la presencia y servicios del Estado... la especulación
de tierras, el desempleo y la falta de ingresos en el sector rural”.
MÁS MESTIZOS
Según datos oficiales, en las dos regiones autónomas del Caribe nicaragüense
viven más de 626 mil personas, pero medio millón son mestizas, por su memoria
histórica, relaciones sociales, lengua y cultura.
Los indígenas miskitos y mayangnas (sumus) permanecen en territorios de la
Región Autónoma del Atlántico Norte (RAAN) que trascienden los límites de
Nicaragua, porque esa tierra de sus ancestros se extiende a Honduras donde
también habitan pobladores de las mismas etnias.
La población creole del Caribe nicaragüense es la que ha experimentado un
menor incremento poblacional, en las últimas dos décadas. Se concentra en
el sector urbano, tanto en Bluefields como en Bilwi (Puerto Cabezas).
Los garífunas, con una población estimada en 3,500 personas, están asentados
en la Región Autónoma del Atlántico Sur (RAAS), sobre todo en la cuenca de
Laguna de Perlas.
La etnia rama, con una población aproximada de 1,300 habitantes, ha permanecido
en la RAAS en “una situación demográfica precaria que refleja una historia
de exclusión económica, social, cultural y política”.
ARREBATAN TIERRAS
La denominada “frontera agrícola” ha sido uno de los principales motores de
la migración y colonización de la Costa Caribe. El Informe de Desarrollo Humano
2005 explica que “para muchos campesinos de las diferentes regiones del país
resulta atractivo afincarse en tierras supuestamente baldías y nacionales,
para establecer ‘mejoras’ y venderlas eventualmente”. La Ley de Autonomía
careció durante 17 años de la reglamentación adecuada “que permitiese a las
comunidades indígenas y afrodescendientes tramitar títulos de propiedad colectiva
sobre aquellos territorios que reclamaban como suyos”.